Espasmódica
y recurrentemente vuelve a los medios de comunicación el
problema de la noche cuando ocurren hechos en donde se ven involucrados
los jóvenes o las actividades en la que estos participan.
Espasmódica
y recurrentemente vuelven a los análisis temas como el
alcohol, las drogas, los excesos y un modelo cultural nuevo y
para muchos de nosotros inentendible. Y las responsabilidades
absolutas, vuelven a caer como un plomo en este sector etáreo
y, en todo caso se diluyen rápidamente en quienes a nuestro
modo de ver son (o somos) los verdaderos responsables de las cosas
que ocurren.
¿Es
acaso este un mundo organizado por los jóvenes? ¿Ellos
son los dueños de los intereses económicos que juegan
con un mercado de consumo cada vez más competitivo? ¿Son
ellos quienes gerencian la políticas comerciales de los
medios de comunicación? ¿Son ellos los responsables
de garantizar límites y controles? Evidentemente no.
Evidentemente,
las actividades de los más chicos, es un inagotable insumo
para el negocio de los más grandes (o mayores).
El simple
hecho de haber promocionado el sorteo de una cirugía estética
en un boliche, no hace mas que corroborar que en esta carrera
de excesos, quienes pretendemos otros modelos llegamos realmente
tarde. A nadie debería llamarle la atención que
esto ocurra ya que los límites se han sobrepasado hace
tiempo, porque desde hace tiempo hemos dejado de poner límites.
Lo que venga, solo será una consecuencia de la astucia
o audacia mercantilista de quienes manejan, como en este caso,
la noche de los jóvenes.
Es necesario
entender que hoy los jóvenes, sólo pueden divertirse
dentro de las propuestas que el mercado impone, que el Estado
permite y que la sociedad adulta en su conjunto observa y muchas
veces justifica.
Se ha contribuido
largamente en este último tiempo a crear falacias en torno
a las funciones del mercado y sus mecanismos.
Decimos que
debemos controlar el consumo de alcohol en la juventud y la adolescencia,
hacemos énfasis en el joven como consumidor excesivo pero
pretendemos ocultar la incidencia y la responsabilidad social
de los sectores del mercado que presionan para incrementar el
consumo.
En medio de
este comportamiento esquizofrénico de la sociedad adulta,
dirigencial, aparecen además, los mecanismos de conflicto
generacional. En donde creemos que cuanto más cerca de
la justificación nos paremos, más cerca de la solución
del conflicto estaremos. Claro está que esto diluye nuestras
responsabilidades.
Sabemos que
los adolescentes son ruidosos, impulsivos, desordenados, desafiantes,
inestables, ansiosos
Su condición evolutiva los hace,
muchas veces, objeto de acusaciones abusivas, cargadas de injusticia
y útiles para evitar el esfuerzo de análisis más
profundos.
Tal vez deberíamos
preguntarnos, ¿Hasta dónde llega la libertad para
divertirse y hasta dónde las imposiciones culturales han
fabricado un extraordinario negocio?
La falta de
control. ¿A quién beneficia? Evidentemente cuando
no existen mecanismos ágiles, eficientes y transparentes,
fundamentalmente en actividades privadas, todo entra en un terreno
de caos, incertidumbre y corrupción, que se incrementa
en la medida en que los controles se van degradando y el mercado
va avanzando en ofertas generalmente nocivas para nuestros jóvenes
y adolescentes muy a pesar de las normas existentes, (horarios
de boliches, venta de bebidas alcohólicas a menores de
edad, promoción y venta de bebidas prohibidas como los
energizantes, etc.).
Todo es elástico.
Todo parece un pantano sin cauce ni curso. Todo es en función
de su felicidad y sus tan reconocidos y muchas veces exaltados
derechos.
Pero en un
lugar absolutamente privilegiado están las felicidades
y los derechos de los grandes. Que lucran con la vida, el desarrollo,
las costumbres y las necesidades de nuestros más chicos.
Y es ahí en donde hay que poner los límites.
Un empresario
de la noche que vende alcohol y energizantes a menores es considerado
un tipo normal que sólo hace su negocio. Y la responsabilidad
ante esa falta es del Estado. Un empresario que organiza "eventos",
cerrando las griferías de agua u organizando "after"
no llama la atención ni a la reprobación.
Son todos
grandes, son todos mayores muchas veces insolventes. Pero la culpa
es de los jóvenes.
No pretende
ser esta una defensa a ciegas de la actitud cultural en la que
se encuentran nuestros chicos. Pero sepamos que detrás
de todo esto esta el negocio de los más grandes.
Leonardo
Simoniello
Diputado Provincial
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